UGT convierte la formación en un lucrativo negocio (UGT S.A)


UGT ha creado un complejo entramado empresarial para financiarse mediante los fondos públicos que el Estado y la UE dedican a los cursos de formación de los trabajadores. Ese entramado gira en torno a la fundación Instituto para la Formación y Estudios Sociales (IFES), que pertenece al sindicato.

IFES recibió el año pasado más de 48 millones de euros de dinero público para financiar su actividad, que básicamente consiste en dar cursos de formación a los parados. Esta fundación tiene dos empresas filiales, Formación 2020 y Localmur, que acumulan un patrimonio de más de 13 millones de euros.

UGT e IFES son las dos caras de una misma moneda, ya que, además de los vínculos societarios, el secretario general de IFES es Antonio Retamino, que es a su vez el tesorero del sindicato. Retamino es un veterano dirigente de UGT y persona de la máxima confianza de Cándido Méndez.

IFES es un magnífico negocio porque opera en un sector donde la competencia es limitada y no existe transparencia en los precios ni en la adjudicación de los servicios. Su filial Formación 2020, dedicada a la compraventa de libros, obtuvo unos beneficios netos de 1,4 millones de euros el año pasado, el 24% de la facturación. Pero además IFES se ha convertido en una fuente de financiación de UGT. A finales del ejercicio pasado, la deuda del sindicato con la fundación ascendía a 23 millones de euros. Esa suma proviene teóricamente de cursos que IFES presta a los parados por encargo de UGT. Resulta comprensible que el sindicato deba dinero a la fundación por sus trabajos, pero lo que resulta inusual es la elevada cuantía.

Si algo caracteriza a esta estructura montada por UGT es su absoluta falta de transparencia, pero lo que las cifras revelan es que los cursos de formación se han convertido en un gran negocio para el sindicato, que en puridad debería prestar estos servicios a los trabajadores de forma altruista.

Si en Andalucía UGT facturaba a la Junta a precios inflados para quedarse con una comisión, el modus operandi de UGT a nivel nacional es muy parecido. Ahora comprendemos por qué Cándido Méndez ha sido tan reacio a investigar lo que sucedía en esa comunidad y a dar explicaciones. La razón es sencilla y reside en que las prácticas de la organización tanto a nivel autonómico como nacional son las mismas.

UGT utiliza fondos públicos de naturaleza finalista que van destinados a cursos o actividades estrictamente sindicales para financiarse. Ello no deja de ser un escándalo que debería obligar a los poderes públicos a investigar cuál es el uso que la patronal y los sindicatos hacen de las subvenciones para estos cursos.

El Estado gastará este año 1.800 millones para formación de los trabajadores, una enorme cantidad de dinero con la que se consiguen escasos por no decir nulos resultados. Hay que revisar el sistema y lograr que esos elevados recursos sirvan para su fin esencial, que es la creación de empleo. A juzgar por el número de parados, el modelo ha fracasado.

Diario El Mundo
 13/11/2013 02:49 horas



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